Mi querida familia Vedruna de Bilbao:
¡Qué ganas tenía ya de veros reunidos a todos juntos, en el nombre de Jesús, para celebrar mi fiesta que es la fiesta de todos, de toda la familia Vedruna extendida por todos los continentes! ¡Qué alegría!
Espero que estos dos largos años ya de pandemia hayan cambiado vuestra manera de mirar el mundo, de mirar a los demás y a vosotros mismos. Estoy segura de que ahora sabéis valorar más un beso, una caricia, un abrazo, los encuentros, la fiesta alrededor de una mesa… como esta celebración en torno a la mesa del altar.
Comenzasteis el curso llenos de ganas, de posibilidades, con la esperanza de que todo fuera volviendo a la normalidad pero también con la pérdida de Amparo. Habéis demostrado alumnos, profesores, familias… todos los que formáis la comunidad educativa que merece la pena el esfuerzo del día a día para aprender y seguir creciendo en humanidad, que es todo un reto ser educador pero merece la pena renovar el compromiso día a día, y la importancia del valor de la familia, que permanece unida contando con las circunstancias.
Sé que os habéis sumado al Pacto Educativo Global que con tanto empeño ha propuesto el Papa Francisco y que para vosotros los objetivos de desarrollo sostenible son un medio para hacer realidad el reino de Dios que anunció mi Buen Jesús -como yo le llamo-, Jesús de Nazaret.
Me han llegado noticias de que este curso os habéis solidarizado con las hermanas de Tánger y su preciosa tarea con los inmigrantes subsaharianos. No dejéis nunca de mirar la realidad con los ojos del corazón como habéis interiorizado y puesto en práctica en este año.
¿Qué más puedo deciros? Lo que en otras ocasiones ya os he expresado: ¡Ánimo, iniciativa y diligencia! ¡Ánimo, iniciativa y empeño en todo lo que os propongáis! Porque ¿sabéis? El Buen Jesús lo bendecirá todo.
Un beso y un abrazo… o mejor, todos los besos y abrazos que hasta ahora no he podido daros
Joaquina de Vedruna