El pasado lunes 28 de abril, a las 12.34h, se produjo un apagón masivo en España y Portugal y todos nos quedamos sin luz, y como consecuencia sin teléfono, Internet... Nos quedamos en la oscuridad.
El viernes Santo recordamos el momento en que Jesús muere en la cruz, por decir lo que dijo y hacer lo que hizo, hablar del Reino de Dios, de un mundo mejor para todos y realizar gestos que expresaban que, con él y siguiéndole a él, ese mundo ya era posible. Pero al morir, todo quedó también en la oscuridad para aquellos que le habían acompañado, que creían en él y su mensaje...
Con el apagón del lunes nos sentimos vulnerables, tuvimos miedo, dudas, incertidumbre; nos vino a la memoria la pandemia, ¿qué iba a pasar? ¿Cuánto iba a durar?... Cuando Jesús murió esos mismos sentimientos, brotaron en sus amigos, en los que formaban parte de su grupo, ¿que iban a hacer sin él? ¿qué iba a pasar?
El pasado lunes, en medio de la oscuridad del apagón, y mientras se iba recuperando poco a poco la luz, de nuevo pequeñas y grandes luces de solidaridad brillaron también: vecinos cocinando con Camping-gas para otros vecinos, pueblos abriendo las puertas de sus casas a los pasajeros de los trenes parados en las vías en mitad de la nada, personas anónimas subiendo hasta 9 pisos a personas en silla de ruedas, peatones improvisados controlando la circulación en las calles, bomberos, policías, trabajadores -que aunque fuera su deber o trabajo- doblaron turnos e hicieron todo lo posible para rescatar a los adultos y niños atrapados en los ascensores o atendiendo otras emergencias, los/las médicos y enfermeros/as en los hospitales y ambulatorios intentando minimizar las consecuencias que una situación así podía provocar en muchos enfermos/as...
De distintas maneras y en distintos lugares, con distintos gestos, también Jesús les hizo ver, les mostró que la oscuridad que sentían, podía convertirse en luz, que la muerte no tenía la última palabra, que tras la muerte hay vida.
Y resuena en mí el texto de los discípulos de Emaús…
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron.
Él les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?” Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron.
Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”.
Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!” Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
(Lc 24, 13-35)
Este es el gran misterio que en este tiempo recordamos los cristianos. Que, tras la muerte, viene la vida; que, en la muerte, hay vida. Es tiempo de Pascua; Pascua significa "paso". No un "paso de la gente, de lo que pasa a mi alrededor, o de lo que pasa en el mundo... sino " paso de la tristeza a la alegría; de la desconfianza a la confianza, de tener miedo a ser valiente...
El lunes de Pascua moría el Papa Francisco, los católicos de todo el mundo, la Iglesia está ahora un poco en la oscuridad. Mientras todo se prepara para elegir a otro guía, los cristianos tenemos que mantener encendidas todas las luces que Francisco puso en la oscuridad; tenemos que mantener viva toda la vida que con sus gestos y palabras puso en las situaciones de muerte de nuestro mundo y de nuestra propia Iglesia... Y tenemos que pedir para que la Iglesia siga dando pasos que hablen de Jesús de Nazaret, siga siendo luz en la oscuridad, siendo alegría en la tristeza, confianza en la desconfianza... ¿Recordáis? Pasar de... a.... ¡Que se haga la luz también con el nuevo Papa en la Iglesia y en la realidad donde está inserta! ¡Una nueva creación!
Resuena en mi interior esta canción que os invito a escuchar: Canto a la vida
Termino esta reflexión con estas palabras de @pablomaca_:
“Por un apagón de 10 horas, los supermercados han agotado existencias de agua, papel higiénico, pilas y alimentos no perecederos. Las llamadas a emergencias se han multiplicado, el gobierno ha movilizado a 30.000 policías para garantizar el orden público y padres y madres han acudido rápido a los colegios para llevarse a sus hijos. Ahora imagínate que estarías dispuesto/a a hacer si además de quedarte sin luz, tampoco tuvieras alimentos, ni medicinas ni casa, porque todo ha sido arrasado por las bombas… Imagínatelo y puede que entiendas por qué tanta gente salta una valla o se mete en una patera”.
Gaza, Ucrania, Sudán, otros lugares de conflictos… y tantos lugares del mundo donde esa es la realidad de cada día, aunque no haya guerra y tantas personas que en su día a día, por distintas circunstancias, viven en la oscuridad… ¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!
Ana Unzurrunzaga – Coordinadora de Pastoral del centro